OSCURIDAD
por Lord Byron
traducción de Daniel Rabal
Davidov
Tuve un sueño, que no era del
todo un sueño.
El brillante sol se había extinguido,
y las estrellas
Vagaban oscurecidas en el
espacio eterno,
Sin destello, y sin camino, y
la tierra helada
Oscilaba ciega y oscurecedora
en el aire sin luna;
La mañana vino y se fue- y
vino, y no trajo día alguno
Y los hombres olvidaron sus
pasiones en el horror
De ésta su desolación; y todos
los corazones
Fueron enfriados a una egoísta
plegaria por luz:
Y vivieron junto a las hogueras
vigilantes- y los tronos,
Los palacios de reyes
coronados- las cabañas,
Las habitaciones de todas las
cosas que habitan,
Fueron quemadas por fogatas;
ciudades fueron consumidas,
Y los hombres estaban reunidos
alrededor de sus flamantes hogares
Para mirar una vez más en el
rostro de cada uno;
Felices eran aquellos que
habitaban en el ojo
De los volcanes, y su montaña-antorcha:
Una temerosa esperanza era todo
lo que el mundo contenía;
Los bosques fueron prendidos de
fuego-pero hora a hora
Cayeron y se difuminaron-y los
crepitantes troncos
Fueron extinguidos con un
golpe-y todo quedó negro.
Las frentes de los hombres
junto a la luz desesperanzada
Vestían un aspecto
sobrenatural, mientras a instantes
Los destellos se posaban sobre
ellos; algunos se tendían
Y escondían sus ojos y
lloraban; y algunos descansaban
Sus barbillas sobre sus manos
cerradas, y sonreían:
Y otros se apresuraban de aquí
a allí, y alimentaban
Sus piras funerarias con
combustible, y miraban arriba
Con loco desasosiego en el
cielo opaco,
El sudario de un mundo pasado;
y entonces otra vez
Con maldiciones las echaban
abajo sobre el polvo,
Y rechinaban sus dientes y
aullaban: los pájaros salvajes chillaban
Y, aterrados, aleteaban en el
suelo,
Y batían sus inútiles alas; los
más salvajes brutos
Se volvieron mansos y trémulos;
y las víboras se arrastraron
Y se enroscaron entre la
multitud,
Silbantes, pero sin
aguijón-fueron asesinadas para comida.
Y la Guerra, que por un momento
fue no más,
Se encumbró a sí mismo de
nuevo: un almuerzo fue comprado
Con sangre, y cada cual se
sació sombríamente aparte
Atiborrándose en la penumbra:
ningún amor permaneció;
Toda la tierra era nada más que
un pensamiento-y ese era la muerte
Inmediata y sin gloria; y la
angustia
De la hambruna se alimentó de
todas las entrañas-hombres
Murieron, y sus huesos eran sin
tumba así como su carne;
Los pobres por los pobres fueron
devorados,
Hasta los perros asaltaron a
sus amos, todos salvo uno
Y él era fiel a un cadáver, y
mantenía
A los pájaros y bestias y
hombres famélicos a raya,
Hasta que el hambre los tomó, o
los muertos que caían
Atrajeron sus largas
mandíbulas; él no buscó comida alguna,
Sino que con un lamentoso y
perpetuo gemido,
Y un rápido llanto desolado,
lamiendo la mano
Que respondió sin siquiera una
caricia-murió.
La multitud moría de hambre
gradualmente; pero dos
De una enorme ciudad
sobrevivieron,
Y eran enemigos: se encontraron
junto
A las moribundas ascuas de un
altar
Donde se había amontonado una
masa de cosas sagradas
Para un uso impío; hurgaron,
Y temblando rasparon con sus
frías manos de esqueletos
Las débiles cenizas, y sus
débiles alientos
Soplaron por un poco de vida, e
hicieron una llama
Que era una burla; luego
alzaron
Sus ojos mientras se volvía más
clara, y advirtieron
El aspecto de cada cual-vieron,
y chillaron, y murieron-
Incluso de su mutua aberración
murieron,
Sin saber quién era aquel sobre
cuya frente
La hambruna había escrito
Amigo. El mundo era vacío,
Lo populoso y poderoso era una
masa,
Sin estaciones, sin hierbas,
sin árboles, sin hombres, sin vida-
Una masa de muerte-un caos de
arcilla dura.
Los ríos, lagos y océano se mantenían
todos quietos,
Y nada se movía por sus
silenciosas profundidades;
Barcos sin navegantes yacían
pudriéndose en el mar,
Y sus mástiles caían poco a
poco: al caer
Dormían en el abismo sin
agitación alguna-
Las olas estaban muertas; las
mareas estaban en su tumba,
La luna, su amante, había
muerto antes;
Los vientos se marchitaron en
el aire estancado,
Y las nubes perecieron; la
Oscuridad no tenía necesidad
De su ayuda-Ella era el
Universo.
DARKNESS
by Lord Byron
I had a dream, which was not all a dream.
The bright sun was extinguish'd, and the stars
Did wander darkling in the eternal space,
Rayless, and pathless, and the icy earth
Swung blind and blackening in the moonless air;
Morn came and went—and came, and brought no day,
And men forgot their passions in the dread
Of this their desolation; and all hearts
Were chill'd into a selfish prayer for light:
And they did live by watchfires—and the thrones,
The palaces of crowned kings—the huts,
The habitations of all things which dwell,
Were burnt for beacons; cities were consum'd,
And men were gather'd round their blazing homes
To look once more into each other's face;
Happy were those who dwelt within the eye
Of the volcanos, and their mountain-torch:
A fearful hope was all the world contain'd;
Forests were set on fire—but hour by hour
They fell and faded—and the crackling trunks
Extinguish'd with a crash—and all was black.
The brows of men by the despairing light
Wore an unearthly aspect, as by fits
The flashes fell upon them; some lay down
And hid their eyes and wept; and some did rest
Their chins upon their clenched hands, and smil'd;
And others hurried to and fro, and fed
Their funeral piles with fuel, and look'd up
With mad disquietude on the dull sky,
The pall of a past world; and then again
With curses cast them down upon the dust,
And gnash'd their teeth and howl'd: the wild birds shriek'd
And, terrified, did flutter on the ground,
And flap their useless wings; the wildest brutes
Came tame and tremulous; and vipers crawl'd
And twin'd themselves among the multitude,
Hissing, but stingless—they were slain for food.
And War, which for a moment was no more,
Did glut himself again: a meal was bought
With blood, and each sate sullenly apart
Gorging himself in gloom: no love was left;
All earth was but one thought—and that was death
Immediate and inglorious; and the pang
Of famine fed upon all entrails—men
Died, and their bones were tombless as their flesh;
The meagre by the meagre were devour'd,
Even dogs assail'd their masters, all save one,
And he was faithful to a corse, and kept
The birds and beasts and famish'd men at bay,
Till hunger clung them, or the dropping dead
Lur'd their lank jaws; himself sought out no food,
But with a piteous and perpetual moan,
And a quick desolate cry, licking the hand
Which answer'd not with a caress—he died.
The crowd was famish'd by degrees; but two
Of an enormous city did survive,
And they were enemies: they met beside
The dying embers of an altar-place
Where had been heap'd a mass of holy things
For an unholy usage; they rak'd up,
And shivering scrap'd with their cold skeleton hands
The feeble ashes, and their feeble breath
Blew for a little life, and made a flame
Which was a mockery; then they lifted up
Their eyes as it grew lighter, and beheld
Each other's aspects—saw, and shriek'd, and died—
Even of their mutual hideousness they died,
Unknowing who he was upon whose brow
Famine had written Fiend. The world was void,
The populous and the powerful was a lump,
Seasonless, herbless, treeless, manless, lifeless—
A lump of death—a chaos of hard clay.
The rivers, lakes and ocean all stood still,
And nothing stirr'd within their silent depths;
Ships sailorless lay rotting on the sea,
And their masts fell down piecemeal: as they dropp'd
They slept on the abyss without a surge—
The waves were dead; the tides were in their grave,
The moon, their mistress, had expir'd before;
The winds were wither'd in the stagnant air,
And the clouds perish'd; Darkness had no need
Of aid from them—She was the Universe.
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