miércoles, 30 de octubre de 2019

Poemas 10: fragmento de "Don Juan Tenorio" de José Zorrilla


Don Juan:
Cálmate, pues, vida mía;
reposa aquí, y un momento
olvida de tu convento
la triste cárcel sombría.
¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?
Esta aura que vaga llena
de los sencillos olores
de las campesinas flores
que brota esa orilla amena;
esa agua limpia y serena
que atraviesa sin temor
la barca del pescador
que espera cantando el día,
¿no es cierto, paloma mía,
que están respirando amor?
Esa armonía que el viento
recoge entre esos millares
de floridos olivares,
que agita con manso aliento,
ese dulcísimo acento
con que trina el ruiseñor
de sus copas morador
llamando al cercano día,
¿no es verdad, gacela mía,
que están respirando amor?
Y estas palabras que están
filtrando insensiblemente
tu corazón, ya pendiente
de los labios de don Juan,
y cuyas ideas van
inflamando en su interior
un fuego germinador
no encendido todavía,
¿no es verdad, estrella mía,
que están respirando amor?
Y esas dos líquidas perlas
que se desprenden tranquilas
de tus radiantes pupilas
convidándome a beberlas,
evaporarse a no verlas
de sí mismas al calor,
y ese encendido color
que en tu semblante no había,
¿no es verdad, hermosa mía,
que están respirando amor?
¡Oh! sí, bellísima Inés,
espejo y luz de mis ojos;
escucharme sin enojos
como lo haces, amor es;
mira aquí a tus plantas, pues,
todo el altivo rigor
de este corazón traidor
que rendirse no creía,
adorando, vida mía,
la esclavitud de tu amor.


Doña Inés:
Callad, por Dios, ¡oh don Juan!,
que no podré resistir
mucho tiempo sin morir
tan nunca sentido afán.
¡Ah! Callad, por compasión,
que oyéndoos me parece
que mi cerebro enloquece
y se arde mi corazón.
¡Ah! Me habéis dado a beber
un filtro infernal sin duda,
que a rendiros os ayuda
la virtud de la mujer.
Tal vez poseéis, don Juan,
un misterioso amuleto,
que a vos me atrae en secreto
como irresistible imán.
Tal vez Satán puso en vos
su vista fascinadora,
su palabra seductora
y el amor que negó a Dios.
¿Y qué he de hacer, ¡ay de mí!,
sino caer en vuestros brazos,
si el corazón en pedazos
me vais robando de aquí?
No, don Juan; en poder mío
resistirte no está ya;
yo voy a ti, como va
sorbido al mar ese río.
Tu presencia me enajena,
tus palabras me alucinan,
y tus ojos me fascinan,
y tu aliento me envenena.
¡Don Juan! ¡Don Juan! Yo lo imploro
de tu hidalga compasión:
o arráncame el corazón,
o ámame, porque te adoro.

Teatro 3: Don Juan Tenorio

Género: Teatro
Subgénero: Drama religioso-fantástico
Autor: José Zorrilla
Título: Don Juan Tenorio
Año:1844

Sinopsis: 

En la historia del mito de don Juan, el Tenorio de José Zorrilla ocupa un lugar de gran relieve por su enorme y sostenido éxito y por la novedosa caracterización de su protagonista. Si algo definía a don Juan Tenorio desde su aparición en El burlador de Sevilla era una personalidad sin modulaciones, cifrada en una maldad impenitente y una implacable entrega al fraude y la mentira. En manos de Zorrilla, el aristócrata sevillano experimenta una transformación por gracia de doña Inés, catalizadora de un amor que redime y que puede abrir las puertas al arrepentimiento y el perdón. A pesar del tiempo trascurrido desde su estreno, el Tenorio sigue siendo una obra de extraordinaria popularidad, cuyos versos más conocidos son todavía (acaso gracias a su fundamental desmesura) patrimonio vivo de nuestra lengua.


¿Ya habéis pensado cómo celebrar la fiesta de Todos los Santos? ¿Estilo Halloween? ¿Y por qué no hacerlo con una de las costumbres más literarias de nuestro país? La tradición dicta que en la víspera de Difuntos se represente la obra de José Zorrilla Don Juan Tenorio. ¿Por qué? Son muchas las teorías que hablan sobre este asunto aunque tal vez la más acertada sea la que se inclina por los recursos dramáticos que el autor utiliza en la segunda parte de la obra: ambientación en un lúgubre cementerio donde la muerte cobra protagonismo; fantasmas que se materializan; redención y salvación del alma del personaje arrepentido.

Una bonita tradición que espero logre sobrevivir durante muchos años más pese a la dura competencia que representan las calabazas invasoras.

Y para todo aquel que esté interesado en esta obra os dejo el enlace al manuscrito original: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/don-juan-tenorio-manuscrito--0/html/
 

sábado, 19 de octubre de 2019

Frases 3. Goethe


MEFISTÓFELES.- En esto reconozco al docto señor. Aquello que no palpáis, está cien leguas distante de vos; aquello que no comprendéis, para vos no existe; aquello que no calibráis, creéis que no es verdad; aquello que no pesáis, no tiene para vos peso alguno; aquello que no podéis amonedar, imagináis que nada vale.

“Fausto” de Johann Wolfgang von Goethe

domingo, 13 de octubre de 2019

Momentos 22. "Cien años de soledad" de Gabriel García Márquez


"Macondo era ya un pavoroso remolino de polvo y escombros centrifugado por la cólera del huracán bíblico, cuando Aureliano saltó once páginas para no perder el tiempo en hechos demasiado conocidos, y empezó a descifrar el instante que estaba viviendo, descifrándolo a medida que lo vivía, profetizándose así mismo en el acto de descifrar la última página de los pergaminos, como si estuviera viendo a un espejo hablando. Entonces dio otro salto para anticiparse a las predicciones y averiguar la fecha y las circunstancias de su muerte. Sin embargo, antes de llegar al verso final ya había comprendido que no saldría jamás de ese cuarto, pues estaba previsto que la ciudad de los espejos ( o los espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabará de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra."

Favoritos 22. Cien años de soledad

Género: Novela
Subgénero: Realismo mágico
Autor: Gabriel García Márquez
Título: Cien años de soledad
Año:1967

Sinopsis:

Cien años de soledad es una novela ya legendaria en los anales de la literatura universal, una de las aventuras literarias más fascinantes del siglo XX. Millones de ejemplares leídos en todas las lenguas y el premio Nobel de Literatura coronando una obra que se había abierto paso «boca a boca» -como gusta decir el escritor- son la más palpable demostración de que la aventura fabulosa de la familia Buendía-Iguarán, con sus milagros, fantasías, obsesiones, tragedias, incestos, adulterios, rebeldías, descubrimientos y condenas, representaba al mismo tiempo el mito y la historia, la tragedia y el amor del mundo entero.

¿Cómo no amar un libro que comienza de semejante manera?: «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.»


Una sola frase que nos atrapa al instante y nos lanza hacia el misterio y la magia que saturan cada uno de los rincones de ese lugar de leyenda que es Macondo. Una novela que descubrí con 16 años, ya que formaba parte de las lecturas obligatorias de la asignatura de Literatura. Un curso, el de 1983/84, en el que aprendí a amar las grandes historias de mano de un magnífico profesor, Vicente, capaz de hacerme disfrutar de todos y cada uno de los tochos con los que ese año nos tocó trabajar: El Quijote, La regenta, Cien años de soledad…


Cien años de soledad es un libro que recomiendo a todo el mundo. Su lenguaje poético y evocador, de fácil lectura, es capaz de conducirnos de forma tranquila y sosegada hacia ese mundo onírico (pero a la vez cercano) en el que trascurren las vidas de los muchos personajes que pueblan esta compleja historia (he de reconocer que en varias ocasiones tuve que consultar el cuadro genealógico de la familia Buendía para no perderme). Leo, releo y con cada nueva visita a Macondo y sus gentes la experiencia se enriquece. Al fin y al cabo creo que los buenos libros son como el vino: mejoran con la edad.




sábado, 5 de octubre de 2019

Mundo Aurrimar 9. Otoño en el Dracón y el lobo de fuego


La historia de El Dracón y el lobo de fuego transcurre durante el otoño en el Reino de Ondrat. Una bonita estación para disfrutar de una entretenida lectura como esta. Os dejo un breve fragmento:


Levantó la cabeza hacia la colorida bóveda que formaban los gigantescos y espigados alitos sobre sus cabezas. Las inmensas copas de aquellos árboles cuyas ramas se veían poco a poco despobladas de hojas, aún mostraban los tonos amarillentos, rojizos y ocres propios de la estación. Toda una paleta de brillantes colores otoñales únicamente destinados a los contados viajeros que osaban internarse en su espesura.
Eran muy pocos los que se atrevían a atravesar aquellas extensas tierras envueltas en el misterio. Índigo jamás había llegado a ver a ninguno de los muchos espíritus que según la creencia popular habitaban en los alitos del Bosque de los Nacidos. Aunque no verlos no impedía que se le erizara el vello de la nuca con la molesta sensación de ser permanentemente observado por cientos de ojos tras cada tronco, tras cada hoja….  Es curioso como la mente humana puede llegar a sugestionarse de semejante forma, mascullaba para justificar un repentino estremecimiento que le puso la piel de gallina.
Según contaba la leyenda, habían sido las gentes de la hoy desaparecida ciudad de Pluria las que habían creado aquel inmenso bosque en lo que en la antigüedad eran solo praderas. Sus ancestrales creencias los unían a los árboles de por vida. Cada nacimiento era celebrado con la plantación de un alito en cuya corteza se grabaría con el tiempo el nombre de su hermano humano. Ambos crecerían y prosperarían al mismo tiempo sobre la tierra que los vio nacer. Cuando el nacido de mujer moría, sus cenizas se enterraban entre las nudosas raíces del árbol para seguir alimentando su desarrollo. De esta manera, ambos seres se fundían en una sola entidad que perduraría por la eternidad de los tiempos.
Índigo se sonrió al recordar aquella historia. Era un cuento hermoso sin duda. Los sabios plurios podían sentirse orgullosos de su eternidad. Los alitos eran seres fuertes y muy longevos, casi eternos por lo que él sabía. Árboles altos, de troncos rectos y corteza lisa y suave, sin ramas intermedias por las que poder trepar con facilidad. Su valiosa y rara madera de color verde era muy apreciada por los ebanistas del reino, aunque muy pocos carpinteros se atreverían a talar alguno de aquellos magníficos ejemplares. Una maldición caería no solo sobre el artesano que realizara tal sacrilegio, sino que esta se extendería también a toda aquella persona que poseyera cualquiera de los objetos fabricados con tan sagrada materia prima: una madera impregnada con el espíritu que albergaba. Y no todos los espíritus descansaban en paz después de la muerte. En el bosque predominaban los alitos hermosos y esbeltos, pero también los había retorcidos y amenazantes. Cada árbol adoptaba la personalidad del alma humana que albergaba, se convertían en sus… avatares en la eternidad.

 *Fotos tomadas en otoño de 2018 en el Nacedero del río Urederra. Baquedano. Navarra. Spain.