Género: Novela
Subgénero: Narrativa Contemporánea
Autor: Manuel Puig
Título: El beso de la mujer araña
Año: 1976
Sinopsis:
Durante la dictadura militar argentina, un
activista político y un homosexual comparten la celda de una cárcel bonaerense.
Para paliar la soledad y el continuo miedo a la tortura, ambos presos conversan
largamente. Mientras el activista político rememora su pasado y fantasea sobre
su futuro, el homosexual se aferra a una realidad diferente, romántica y
soñadora.
El beso de la mujer araña, es considerada una de las mejores novelas en castellano del siglo XX. Prohibida en los años setenta por la dictadura militar argentina, su historia fue llevada al cine en 1985 por el director Héctor Babenco. Incluso se convirtió en un musical (Kiss of the Spider Woman) de la mano de John Karner y Fred Ebb, obteniendo el premio Tony en 1993.
Leí el libro en 1997 un poco llevada por la
curiosidad, después de haber leído algunas críticas más que favorables sobre
él. Lo compré por unas pesetillas en uno de esos puestos de segunda mano que
antes siempre podías encontrar en las calles de
cualquier ciudad. Reconozco que me enganchó desde las primeras páginas.
¿Por qué? Muy fácil. Hay cine, mucho cine entre sus páginas. Y la historia
comienza precisamente con Molina contándole a Valentín, con pelos y señales,
una de mis películas favoritas del cine fantástico: La mujer pantera (Cat People) el
clásico de 1942 rodado por Jacques
Tourneur. Después vendrían unas cuantas más: Destino (pura propaganda nazi); I Walked with a Zombie, de
1943, también dirigida por Jacques Tourneur (otro de mis
clásicos imprescindibles del fantástico); y alguna otra cuyo origen desconozco.
Porque… ¿qué hacer en una celda cuando se apaga
la luz y ya no hay posibilidad de realizar ninguna tarea? Los protagonistas
encuentran en la conversación su mejor medio para distraerse. Me recordaba un
poco a las historias que contaba mi padre sobre su infancia en el pueblo, sin
luz eléctrica, cuando vecinos y familiares se reunían en alguna casa a la luz
de la hoguera o de las velas para escuchar a algún adulto leer uno de los pocos
libros que poseían. Una preciosa y enriquecedora costumbre que ya hemos perdido,
para nuestra desgracia.
Es la voz de un ser humano, la palabra del
otro, lo que mantiene a los protagonistas alejados de la soledad, el
aislamiento, el miedo y el dolor que su forzado cautiverio les ocasiona. Las
películas de Molina son su salvavidas, aunque cada uno de ellos las ve desde un
punto de vista bien distinto.
Valentín es un joven de 26 años, idealista y de
gran conciencia política. Encarcelado por oponerse al régimen, para él la
revolución está por encima de los sentimientos. Cuestionará constantemente los
ideales romántico que su compañero
Molina por su parte, es un hombre de 37 años
acusado de corrupción de menores. Un personaje
sensible para quien los sentimientos están por encima de cualquier cosa.
Para él las buenas películas son las que describen historias de fuertes
sentimientos, plagadas de amores imposibles, frustrados o no correspondido. Él,
al igual que sus heroínas, moriría por amor.
El tiempo pasa lento y monótono en el interior de la celda y son ellas, las películas, las que nos ayudan a vislumbrar la evolución de unos personajes tan contrapuestos.
Las largas parrafadas de Molina se intercalan
con diálogos de reconocible acento argentino; diálogos breves, concisos, cargados de
miedo, soledad, traición, esperanza, amistad, ideales, sueños… Y silencios…
muchos silencios…
Tenía miedo de volver a leerla después de tanto tiempo. ¿Me seguiría gustando de la misma forma? La respuesta es: ¡SÍ! Así, con mayúsculas y en negrita.
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