sábado, 20 de enero de 2018

Momentos 1. "Los Cantos de Hyperion" de Dan Simmons

    —¿Me estás diciendo que no lo publicarás?
    —No, en absoluto —sonrió mi editora—. Gracias a ti Transline ha ganado miles de millones de marcos, Martin. Lo publicaremos. Sólo digo que nadie lo comprará.
    —¡Te equivocas! —grité—. No todos reconocen la buena poesía, pero hoy la leen suficientes personas para impulsar buenas ventas.
     Tyrena no rio de nuevo, pero sonrió estirando los labios verdes.
    —Martin, Martin, Martin... la población de gente alfabetizada ha disminuido constantemente desde los tiempos de Gutenberg. En el siglo veinte, menos del dos por ciento de la población de las llamadas democracias industrializadas leía un libro al año. Y eso fue antes de las máquinas inteligentes, las esferas de datos y los ámbitos de interfaz directa. Durante la Hégira, el noventa y ocho por ciento de la población de la Hegemonía no tenía razones para leer nada. Así que no se molestaba en aprender. Hoy es peor. Hay más de cien mil millones de seres humanos en la Red de Mundos y menos del uno por ciento se molesta en pedir copias fax de material impreso, y mucho menos en leer un libro.
    —Se vendieron casi tres mil millones de ejemplares de La Tierra Moribunda —le recordé.
    —Sí —convino Tyrena—. Fue el efecto Pilgrim's Progress.
    —¿El qué?
    —El efecto Pilgrim's Progress. En el siglo... —vaciló—. En el siglo diecisiete, en la Colonia Massachusetts de Vieja Tierra, cada familia decente debía tener un ejemplar del Pilgrim's Progress en su casa. Pero, por Dios, nadie estaba obligado a leerlo. Lo mismo ocurrió con Mein Kampf de Hitler o Visiones en el ojo de un niño decapitado de Stukatsky.
    —¿Quién era Hitler? —pregunté.
    Tyrena sonrió.
    —Un político de Vieja Tierra que escribió algunos libros. Mein Kampf todavía está en venta... Transline renueva los derechos cada ciento treinta y ocho años.
    —Bien, mira —propuse—, me tomaré unas semanas para pulir los Cantos y poner todo mi empeño.
    —De acuerdo —asintió Tyrena.
    —Supongo que querrás revisarlo como la última vez.
    —En absoluto. Como esta vez no hay una moda nostálgica, puedes escribirlo como desees.
    Parpadeé.
    —¿Quieres decir que esta vez puedo conservar el verso blanco?
    —Claro.
    —¿Y la filosofía?
    —Por favor.
    —¿Y los pasajes experimentales?
    —Sí.
    —¿Y lo publicarás tal como lo escriba?
    —Por supuesto.
    —¿Hay alguna probabilidad de que se venda?
    —Ni lo sueñes.

1 comentario:

  1. Qué buenos inicios para el blog, Yoli. Seguiré tus consejos y desatascaré el mío

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