-Cada vez que veo estas cosas -el brujo se sentó
enfrente, mientras señalaba a los frascos y frasquitos-, me da por pensar si de verdad no
se puede practicar la magia sin todas esas monstruosidades a la vista de las cuales el
estómago se le revuelve a uno.
-Cuestión de gustos -dijo el hechicero-. Y de costumbre.
Lo que uno le repugna, a otro no le afecta. Y a ti, Geralt, ¿qué es lo que te repugna?
Curioso, ¿qué es lo que puede repugnar a alguien que, como he oído, es capaz de meterse
entre estiércol e inmundicia por dinero? No te tomes esta pregunta como un insulto o
una provocación. De verdad siento curiosidad por ver qué es capaz de provocar asco a
un brujo.
-¿No contendrá por casualidad este frasquito sangre
menstrual de una doncella, Istredd?
¿Sabes?, me produce asco el imaginarte a ti, un digno
hechicero, con la botellita en la mano, intentando conseguir tal valioso líquido, gota a
gota, bebiendo, por así decirlo, de la misma fuente.
-Tocado. -Istredd sonrió-. Hablo, por supuesto, de tu
relampagueante chiste, porque en lo que concierne al contenido del frasquito no has acertado.
-Pero usas a veces esa sangre, ¿verdad? Para algunos de
los encantamientos, por lo que he oído, no se puede ni empezar sin sangre de doncella, y
mejor si la mató en luna llena un rayo caído de un cielo sin nubes. Sólo por curiosidad,
¿en qué es mejor tal sangre que la de una vieja ramera que yendo borracha se cayó por
la empalizada?
-En nada -concedió el hechicero con una sonrisa amable en
los labios-. Pero si se demostrara que ese papel en la práctica lo puede cumplir
también la sangre de una cerda, dado que es más fácil de conseguir, entonces la
chusma empezaría a experimentar con hechizos. Pero si la chusma tiene que recoger y usar
la sangre de doncella que tanto te fascina, lágrimas de dragón, veneno de
tarántulas blancas, un caldo de manos cortadas de recién nacidos o de un cadáver exhumado a
medianoche, pues más de uno se lo pensará.
"La espada del destino"
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