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sábado, 6 de enero de 2024

Poemas 17. Miguel Hernández “Las desiertas abarcas”


Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.

 

Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.

 

Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.

 

Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.

 

Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.

 

Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.

 

Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.

 

Toda gente de trono,
toda gente de botas
se rio con encono
de mis abarcas rotas.

 

Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y unos hombres de miel.

 

Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.

 

Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.




viernes, 6 de enero de 2023

Poemas 16. “El regalo que yo quiero” de Gloria Fuertes


Yo no deseo un regalo

Que se compre con dinero.

He de pedir a los Reyes

Algo que aquí no tengo:

Pido dones de alegría

Y la canción del jilguero,

Y la flor de la esperanza

Y una fe que venza el miedo.

Pido un corazón muy grande

Para amar al mundo entero.

Yo pido a los Reyes Magos

Las cosas que hay en el cielo:

Un vestido de ternura,

Una cascada de besos,

La hermosura de los ángeles,

Sus villancicos y versos

Y una sonrisa del Niño,

El regalo que yo quiero

jueves, 3 de marzo de 2022

Poemas 15. “Darkness” de Lord Byron (George Gordon)


OSCURIDAD

por Lord Byron

traducción de Daniel Rabal Davidov


Tuve un sueño, que no era del todo un sueño.

El brillante sol se había extinguido, y las estrellas

Vagaban oscurecidas en el espacio eterno,

Sin destello, y sin camino, y la tierra helada

Oscilaba ciega y oscurecedora en el aire sin luna;

La mañana vino y se fue- y vino, y no trajo día alguno

Y los hombres olvidaron sus pasiones en el horror

De ésta su desolación; y todos los corazones

Fueron enfriados a una egoísta plegaria por luz:

Y vivieron junto a las hogueras vigilantes- y los tronos,

Los palacios de reyes coronados- las cabañas,

Las habitaciones de todas las cosas que habitan,

Fueron quemadas por fogatas; ciudades fueron consumidas,

Y los hombres estaban reunidos alrededor de sus flamantes hogares

Para mirar una vez más en el rostro de cada uno;

Felices eran aquellos que habitaban en el ojo

De los volcanes, y su montaña-antorcha:

Una temerosa esperanza era todo lo que el mundo contenía;

Los bosques fueron prendidos de fuego-pero hora a hora

Cayeron y se difuminaron-y los crepitantes troncos

Fueron extinguidos con un golpe-y todo quedó negro.

Las frentes de los hombres junto a la luz desesperanzada

Vestían un aspecto sobrenatural, mientras a instantes

Los destellos se posaban sobre ellos; algunos se tendían

Y escondían sus ojos y lloraban; y algunos descansaban

Sus barbillas sobre sus manos cerradas, y sonreían:

Y otros se apresuraban de aquí a allí, y alimentaban

Sus piras funerarias con combustible, y miraban arriba

Con loco desasosiego en el cielo opaco,

El sudario de un mundo pasado; y entonces otra vez

Con maldiciones las echaban abajo sobre el polvo,

Y rechinaban sus dientes y aullaban: los pájaros salvajes chillaban

Y, aterrados, aleteaban en el suelo,

Y batían sus inútiles alas; los más salvajes brutos

Se volvieron mansos y trémulos; y las víboras se arrastraron

Y se enroscaron entre la multitud,

Silbantes, pero sin aguijón-fueron asesinadas para comida.

Y la Guerra, que por un momento fue no más,

Se encumbró a sí mismo de nuevo: un almuerzo fue comprado

Con sangre, y cada cual se sació sombríamente aparte

Atiborrándose en la penumbra: ningún amor permaneció;

Toda la tierra era nada más que un pensamiento-y ese era la muerte

Inmediata y sin gloria; y la angustia

De la hambruna se alimentó de todas las entrañas-hombres

Murieron, y sus huesos eran sin tumba así como su carne;

Los pobres por los pobres fueron devorados,

Hasta los perros asaltaron a sus amos, todos salvo uno

Y él era fiel a un cadáver, y mantenía

A los pájaros y bestias y hombres famélicos a raya,

Hasta que el hambre los tomó, o los muertos que caían

Atrajeron sus largas mandíbulas; él no buscó comida alguna,

Sino que con un lamentoso y perpetuo gemido,

Y un rápido llanto desolado, lamiendo la mano

Que respondió sin siquiera una caricia-murió.

La multitud moría de hambre gradualmente; pero dos

De una enorme ciudad sobrevivieron,

Y eran enemigos: se encontraron junto

A las moribundas ascuas de un altar

Donde se había amontonado una masa de cosas sagradas

Para un uso impío; hurgaron,

Y temblando rasparon con sus frías manos de esqueletos

Las débiles cenizas, y sus débiles alientos

Soplaron por un poco de vida, e hicieron una llama

Que era una burla; luego alzaron

Sus ojos mientras se volvía más clara, y advirtieron

El aspecto de cada cual-vieron, y chillaron, y murieron-

Incluso de su mutua aberración murieron,

Sin saber quién era aquel sobre cuya frente

La hambruna había escrito Amigo. El mundo era vacío,

Lo populoso y poderoso era una masa,

Sin estaciones, sin hierbas, sin árboles, sin hombres, sin vida-

Una masa de muerte-un caos de arcilla dura.

Los ríos, lagos y océano se mantenían todos quietos,

Y nada se movía por sus silenciosas profundidades;

Barcos sin navegantes yacían pudriéndose en el mar,

Y sus mástiles caían poco a poco: al caer

Dormían en el abismo sin agitación alguna-

Las olas estaban muertas; las mareas estaban en su tumba,

La luna, su amante, había muerto antes;

Los vientos se marchitaron en el aire estancado,

Y las nubes perecieron; la Oscuridad no tenía necesidad

De su ayuda-Ella era el Universo.

 

DARKNESS

by Lord Byron

I had a dream, which was not all a dream.

The bright sun was extinguish'd, and the stars

Did wander darkling in the eternal space,

Rayless, and pathless, and the icy earth

Swung blind and blackening in the moonless air;

Morn came and went—and came, and brought no day,

And men forgot their passions in the dread

Of this their desolation; and all hearts

Were chill'd into a selfish prayer for light:

And they did live by watchfires—and the thrones,

The palaces of crowned kings—the huts,

The habitations of all things which dwell,

Were burnt for beacons; cities were consum'd,

And men were gather'd round their blazing homes

To look once more into each other's face;

Happy were those who dwelt within the eye

Of the volcanos, and their mountain-torch:

A fearful hope was all the world contain'd;

Forests were set on fire—but hour by hour

They fell and faded—and the crackling trunks

Extinguish'd with a crash—and all was black.

The brows of men by the despairing light

Wore an unearthly aspect, as by fits

The flashes fell upon them; some lay down

And hid their eyes and wept; and some did rest

Their chins upon their clenched hands, and smil'd;

And others hurried to and fro, and fed

Their funeral piles with fuel, and look'd up

With mad disquietude on the dull sky,

The pall of a past world; and then again

With curses cast them down upon the dust,

And gnash'd their teeth and howl'd: the wild birds shriek'd

And, terrified, did flutter on the ground,

And flap their useless wings; the wildest brutes

Came tame and tremulous; and vipers crawl'd

And twin'd themselves among the multitude,

Hissing, but stingless—they were slain for food.

And War, which for a moment was no more,

Did glut himself again: a meal was bought

With blood, and each sate sullenly apart

Gorging himself in gloom: no love was left;

All earth was but one thought—and that was death

Immediate and inglorious; and the pang

Of famine fed upon all entrails—men

Died, and their bones were tombless as their flesh;

The meagre by the meagre were devour'd,

Even dogs assail'd their masters, all save one,

And he was faithful to a corse, and kept

The birds and beasts and famish'd men at bay,

Till hunger clung them, or the dropping dead

Lur'd their lank jaws; himself sought out no food,

But with a piteous and perpetual moan,

And a quick desolate cry, licking the hand

Which answer'd not with a caress—he died.

The crowd was famish'd by degrees; but two

Of an enormous city did survive,

And they were enemies: they met beside

The dying embers of an altar-place

Where had been heap'd a mass of holy things

For an unholy usage; they rak'd up,

And shivering scrap'd with their cold skeleton hands

The feeble ashes, and their feeble breath

Blew for a little life, and made a flame

Which was a mockery; then they lifted up

Their eyes as it grew lighter, and beheld

Each other's aspects—saw, and shriek'd, and died—

Even of their mutual hideousness they died,

Unknowing who he was upon whose brow

Famine had written Fiend. The world was void,

The populous and the powerful was a lump,

Seasonless, herbless, treeless, manless, lifeless—

A lump of death—a chaos of hard clay.

The rivers, lakes and ocean all stood still,

And nothing stirr'd within their silent depths;

Ships sailorless lay rotting on the sea,

And their masts fell down piecemeal: as they dropp'd

They slept on the abyss without a surge—

The waves were dead; the tides were in their grave,

The moon, their mistress, had expir'd before;

The winds were wither'd in the stagnant air,

And the clouds perish'd; Darkness had no need

Of aid from them—She was the Universe.