domingo, 1 de julio de 2018

Momentos 13. "El tesoro de Sierra Madre" de B. Traven


El jefe sonrió.

—No deseo oro ni necesito plata. Siempre me sobra qué comer. Tengo una mujer joven y bonita a quien amo profundamente y quien me ama y honra. Tengo, además, un hijo fuerte y muy sano, que ahora, gracias a la habilidad de usted, puede ver, y se encuentra, por tanto, en inmejorables condiciones. Poseo campos y ganado, soy jefe, juez y podría decir amigo verdadero y honesto de mi tribu, la que respeta y obedece mis órdenes, pues sabe que son dictadas para su bien. El suelo nos produce ricos frutos cada año. El ganado se multiplica. Sobre nosotros brilla un sol de oro y por las noches una luna de plata, y en nuestra tierra reina la paz. Así pues, ¿Qué puede significar el oro para mí? El oro y la plata no traen consigo bendiciones. ¿Las trae para ustedes? Ustedes, los blancos, matan, roban, engañan y traicionan por él. se odia entre sí a causa del oro. Jamás podrán comprar amor con él. solo les acarreará discordia y envidia. Ustedes, los blancos, suelen estropear la belleza de la vida en su deseo de poseerlo. El oro es hermoso y se conserva bello, por eso lo empleamos para adornar a nuestros dioses y a nuestras mujeres. Es una fiesta para los ojos la vista de brazaletes, anillos y collares hechos con él. Pero siempre hemos sido amos de nuestro oro, no esclavos suyos. Lo vemos y lo gozamos, pero considerando que no es comestible, carece para nosotros de un valor real. Nuestro pueblo ha combatido, pero nunca por la posesión del oro. Peleamos por tierras, por ríos, por los depósitos de sal, por los lagos, y sobre todo para defendernos de las tribus salvajes que trataron, y de vez en cuando tratan todavía, de robar nuestras tierras y sus productos. Si yo o mi mujer tenemos hambre, ¿en qué puede ayudarnos el oro si carecemos de maíz y agua? Yo no puedo tragar oro para satisfacer mi hambre. El oro es hermosos como una flor y poético como las voces dulces de los pájaros en los bosques. Pero la flor perderá su hermosura si me la como y no podré gozar más de la canción de un pájaro si lo pongo en una sartén.

—Quizá la cosa sea así como tú la interpretas —dijo don Manuel, bromeando—. Mas yo quiero echarme el pájaro al coleto, te lo aseguro, Águila brava; ya sabré cómo aprovechar el oro, no te preocupes.

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