miércoles, 2 de junio de 2021

Momentos 31. “El Trono de Huesos de Dragón” de Tad Williams

Detuvo sus palabras y se volvió para mirar a Simón, mientras su rostro aparecía cubierto por las sombras de la noche.

            —Tumet’ai hace tiempo que está enterrada —dijo, y se encogió de hombros—. Nada dura para siempre, ni siquiera los sitha…, ni siquiera el mismo tiempo.

            —¿Cuántos…, cuántos años tenéis?

            Jiriki sonrió y sus dientes brillaron reflejando un rayo de luna.

            —Soy más viejo que tú, Seomán. Volvamos abajo. Has visto y has sobrevivido a muchas cosas hoy, y sin lugar a dudas necesitas dormir.

Cuando regresaron a la caverna de la chimenea, vieron que los tres hombres que acompañaban a Simón y a Binabik estaban envueltos en sus mantos y roncaban profundamente. El gnomo había regresado  y estaba sentado, escuchando como varios sitha cantaban una lenta y triste canción que parecía el zumbido de un avispero y que discurría como un río. Sus notas inundaban toda la caverna con el fuerte aroma de alguna rara y marchita flor.

Envuelto en su propio manto y observando los reflejos del fuego sobre las piedras del techo, el muchacho se precipitó en el sueño, acompañado de la extraña música de la tribu de Jiriki.

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