"Macondo
era ya un pavoroso remolino de polvo y escombros centrifugado por la cólera del
huracán bíblico, cuando Aureliano saltó once páginas para no perder el tiempo
en hechos demasiado conocidos, y empezó a descifrar el instante que estaba
viviendo, descifrándolo a medida que lo vivía, profetizándose así mismo en el
acto de descifrar la última página de los pergaminos, como si estuviera viendo
a un espejo hablando. Entonces dio otro salto para anticiparse a las
predicciones y averiguar la fecha y las circunstancias de su muerte. Sin
embargo, antes de llegar al verso final ya había comprendido que no saldría
jamás de ese cuarto, pues estaba previsto que la ciudad de los espejos ( o los
espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los
hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabará de descifrar los
pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para
siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una
segunda oportunidad sobre la tierra."
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