Edgar Allan Poe
Annabel Lee
(1849)
Fue
hace muchos, muchos
años,
en un reino junto al mar,
habitó una señorita a quien puedes conocer
por el nombre de Annabel Lee;
y esta señorita no vivía con otro pensamiento
que amar y ser amada por mí.
Yo era un niño y ella era una niña
en este reino junto al mar
pero nos amábamos con un amor que era más que amor
—yo y mi Annabel Lee—
con un amor que los ángeles sublimes del Paraíso
nos envidiaban a ella y a mí.
Y esa fue la razón que, hace muchos años,
en este reino junto al mar,
un viento partió de una oscura nube aquella noche
helando a mi Annabel Lee;
así que su noble parentela vino
y me la arrebataron,
para silenciarla en una tumba
en este reino junto al mar.
Lo ángeles, que no eran siquiera medio felices en el Paraíso,
nos cogieron envidia a ella y a mí:—
¡Sí!, esa fue la razón (como todos los hombres saben)
en este reino junto al mar)
que el viento salió de una nube, helando
y matando mi Annabel Lee.
Pero nuestro amor era más fuerte que el amor
de aquellos que eran mayores que nosotros—
de muchos más sabios que nosotros—
y ni los ángeles in el Paraíso encima
ni los demonios debajo del mar
separarán jamás mi alma del alma
de la hermosa Annabel Lee:
Porque la luna no luce sin traerme sueños
de la hermosa Annabel Lee;
ni brilla una estrella sin que vea los ojos brillantes
de la hermosa Annabel Lee;
y así paso la noche acostado al lado
de mi querida, mi querida, mi vida, mi novia,
en su sepulcro junto al mar—
en su tumba a orillas del mar.
en un reino junto al mar,
habitó una señorita a quien puedes conocer
por el nombre de Annabel Lee;
y esta señorita no vivía con otro pensamiento
que amar y ser amada por mí.
Yo era un niño y ella era una niña
en este reino junto al mar
pero nos amábamos con un amor que era más que amor
—yo y mi Annabel Lee—
con un amor que los ángeles sublimes del Paraíso
nos envidiaban a ella y a mí.
Y esa fue la razón que, hace muchos años,
en este reino junto al mar,
un viento partió de una oscura nube aquella noche
helando a mi Annabel Lee;
así que su noble parentela vino
y me la arrebataron,
para silenciarla en una tumba
en este reino junto al mar.
Lo ángeles, que no eran siquiera medio felices en el Paraíso,
nos cogieron envidia a ella y a mí:—
¡Sí!, esa fue la razón (como todos los hombres saben)
en este reino junto al mar)
que el viento salió de una nube, helando
y matando mi Annabel Lee.
Pero nuestro amor era más fuerte que el amor
de aquellos que eran mayores que nosotros—
de muchos más sabios que nosotros—
y ni los ángeles in el Paraíso encima
ni los demonios debajo del mar
separarán jamás mi alma del alma
de la hermosa Annabel Lee:
Porque la luna no luce sin traerme sueños
de la hermosa Annabel Lee;
ni brilla una estrella sin que vea los ojos brillantes
de la hermosa Annabel Lee;
y así paso la noche acostado al lado
de mi querida, mi querida, mi vida, mi novia,
en su sepulcro junto al mar—
en su tumba a orillas del mar.
It
was many and many a year ago,
In
a kingdom by the sea,
That
a maiden there lived whom you may know
By
the name of Annabel Lee;
And
this maiden she lived with no other thought
Than
to love and be loved by me.
I
was a child and she was a
child,
In
this kingdom by the sea,
But
we loved with a love that was more than love—
I
and my Annabel Lee—
With
a love that the winged seraphs of Heaven
Coveted
her and me.
And
this was the reason that, long ago,
In
this kingdom by the sea,
A
wind blew out of a cloud, chilling
My
beautiful Annabel Lee;
So
that her highborn kinsmen came
And
bore her away from me,
To
shut her up in a sepulchre
In
this kingdom by the sea.
The
angels, not half so happy in Heaven,
Went
envying her and me—
Yes!—that
was the reason (as all men know,
In
this kingdom by the sea)
That
the wind came out of the cloud by night,
Chilling
and killing my Annabel Lee.
But
our love it was stronger by far than the love
Of
those who were older than we—
Of
many far wiser than we—
And
neither the angels in Heaven above
Nor
the demons down under the sea
Can
ever dissever my soul from the soul
Of
the beautiful Annabel Lee;
For
the moon never beams, without bringing me dreams
Of
the beautiful Annabel Lee;
And
the stars never rise, but I feel the bright eyes
Of
the beautiful Annabel Lee;
And
so, all the night-tide, I lie down by the side
Of
my darling—my darling—my life and my bride,
In
her sepulchre there by the sea—
In
her tomb by the sounding sea.
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