Sí,
seguía luchando para conseguir comida y agua, pero ¿no era eso inevitable si
quería seguir viviendo? Lo que él quería saber era esto: ¿era una persona; era
un individuo? ¿Tenía alguna importancia? ¿Acaso sobrevivir era suficiente? No lo
sabía. Se durmió, acurrucado y tembloroso, ocupando el mismo espacio de una
perla, y no pudo contestar a sus preguntas. Aquella araña era
inmortal. Era más que una araña; era todos los terrores desconocidos del mundo
unidos en un horror provisto de fauces venenosas. Era cada ansiedad, cada
inseguridad y cada miedo de su vida que habían adoptado una forma espeluznante
y oscura.
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