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sábado, 31 de marzo de 2018

Momentos 8. "El Terror" de Dan Simmons

Crozier le preguntó a Blanky cómo podía ser aquello, cómo podían disparar dos hombres sus escopetas hacia un animal a bocajarro y que no hubiera sangre..., pero el patrón del hielo no dio ninguna opinión. Por dentro, por supuesto, él "sabía".
Davey Leys estaba también vivo e ileso. El cuarentón de guardia a proa debió de ver y oír muchas cosas, incluyendo posiblemente la primera aparición de la cosa en cubierta, pero Leys no hablaba de ello. Una vez más, sólo podía permanecer en silencio. Primero le llevaron a la enfermería del Terror, pero como todos los cirujanos necesitaban aquel espacio manchado de sangre para trabajar con Blanky, fue transportado en litera a la enfermería más espaciosa del Erebus. Allí quedó echado Leys, según los habladores visitantes del patrón del hielo, una vez más mirando sin parpadear a las vigas del techo.
El propio Blanky no había salido ileso. La cosa le había arrancado la mitad del pie derecho por el talón, pero McDonald y Goodsir habían cortado y cauterizado lo que quedaba y le aseguraron al patrón del hielo que, con la ayuda del carpintero o del armero del barco, le prepararían una prótesis de cuero o de madera sujeta con unas correas para que pudiera volver a andar.
La pierna izquierda se había llevado la peor parte en el maltrato de la criatura: la carne estaba arrancada hasta el hueso en algunos lugares, y el hueso más largo incluso estaba estriado por las garras; el doctor Peddie más tarde confesó que los cuatro cirujanos habían estado seguros al principio de que tendrían que amputarla por la rodilla. Pero la lentitud de la infección y la gangrena de las heridas era una de las pocas bendiciones del Ártico, y después de arreglar el hueso mismo y recibir más de cuatrocientos puntos, la pierna de Blanky, aunque retorcida y con unas terribles cicatrices, y aunque le faltaban trozos enteros de músculo aquí y allá, se iba curando poco a poco.

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