El horror de Dunwich está ambientado en los
años 20, y narra la historia de Wilbur Whateley, de padre desconocido, un ser
deforme de rasgos cabríos y crecimiento desmesurado que tiene atemorizados a
personas y animales por su aspecto desagradable. Instruido por su abuelo, el
viejo Whateley en la magia negra y la brujería, Wilbur desea acceder al libro
prohibido, el Necronomicón, para
abrir el portal dimensional que permita el regreso de Yog-Sothoth. Pero el
secreto no puede, no debe, ser revelado a los hombres: las fuerzas del mal
perviven y pueden invocarse. Una vez desatadas, el mundo conocerá su
Apocalipsis.
No podía faltar en mi colección uno
de los grandes clásicos de la fantasía y el terror como es H.P. Lovecraft. Creador
de un universo muy personal repleto de horrores cósmicos, seres de pesadilla,
dioses primigenios anteriores a los hombres deseosos de regresar a la tierra, situaciones
inquietantes y ambientes malsanos capaces de producir un molesto desasosiego en
el lector.
Considerado uno de los relatos más
perturbadores de Lovecraft y elegido por los lectores de la revista Weird Tales entre los mejores de 1929, El horror de Dunwich se sitúa como una de
las obras mayores del ciclo de los Mitos de
Cthulhu.
Una historia corta y de fácil
lectura. La forma ideal de introducirse en el angustioso y misterioso universo
gobernado por el dios Cthulhu y sus horrendas criaturas.
Género: Álbum Ilustrado Subgénero: Infantil /Juvenil Autor: Philippe Lechermeier /
Ilustraciones de Rébecca Dautremer Título: Diario secreto de Pulgarcito (Journal secret du
Petit Poucet) Año: 2009
Sinopsis:
Pulgarcito y sus hermanos son
abandonados en el bosque por su padre y su madrastra porque no tienen
suficiente comida en el período de la Gran Escasez. En su aventura se
encuentran con el profesor Maxilari, Luis el Mero, doña Zurrapa, el malvado
ogro Barbak... Gracias a la astucia de Pulgarcito conseguirán devolver la
comida a toda la población.
Una transgresora versión del clásico
cuento de Pulgarcito que os sorprenderá por su novedosa puesta al día. Un
precioso libro que llamó mi atención desde la estantería donde descansaba. Un
libro que compré para hacer un regalo y del que finalmente no pude
desprenderme.
En esta ocasión, es Pulgarcito quien
cuenta su historia en primera persona a modo de diario personal. En él anota
con todo lujo de detalles sus aventuras y vivencias, sus miedos, sus trucos de
supervivencia, describe a las personas que le rodean…
Un álbum magníficamente ilustrado, repleto
de recortes, de esquemas, de dibujos hechos a mano,… En definitiva, una
auténtica delicia para disfrutar tanto si eres niño como adulto enamorado de la
fantasía y el trabajo bien hecho.
Me duele el corazón y un pesado letargo
Aflige a mis sentidos, como si hubiera bebido
Cicuta o apurado un opiáceo hace sólo
Un instante y me hubiera sumido en el Leteo:
Y esto no es porque tenga envidia de tu suerte,
Sino porque feliz me siento con tu dicha
Cuando, ligera dríade alada de los árboles,
En algún melodioso lugar de verdes hayas
E innumerables sombras
Brota en el estío tu canto enajenado.
2
¡Oh, si un trago de vino largo tiempo
enfriado
En las profundas cuevas de la tierra
Que supiera a Flora y a la verde campiña,
Canciones provenzales, sol, danza y regocijo;
Oh, si una copa de caliente sur,
Llena de la mismísima, ruborosa Hipocrene,
Ensartadas burbujas titilando en los bordes,
Purpúrea la boca: si pudiera beber
Y abandonar el mundo inadvertido
Y junto a ti perderme por el oscuro bosque!
3
Perderme a lo lejos, deshacerme,
olvidar
Que entre las hojas tú nunca has conocido
La inquietud, el cansancio y la fiebre
Aquí, donde los hombres tan sólo se lamentan
Y tiemblan de parálisis postreras, tristes canas,
Donde crecen los jóvenes como espectros y mueren,
Donde aún el pensamiento se llena de tristeza
Y de desesperanzas, donde ni la Belleza
Puede salvaguardar sus luminosos ojos
Por los que el nuevo amor perece sin mañana.
4
¡Lejos! ¡Muy lejos! He de volar hacia
ti.
No me conducirán leopardos de Baco
Sino unas invisibles y poéticas alas;
Aunque torpe y confusa se retrase mi mente:
¡Ya estoy contigo! Suave es la noche
Y tal vez en su trono aparezca la luna
Circundada de mágicas estrellas.
Pero aquí no hay luz, salvo la que acompaña
Desde el cielo el soplo de la brisa cruzando
El oscuro verdor y veredas de musgo.
5
No puedo ver qué flores hay a mis pies
Ni el blando incienso suspendido en las ramas,
Pero en la embalsamada oscuridad presiento
Cada uno de los dones con los que la estación
Dota a la hierba, los árboles silvestres, la espesura:
Pastoril eglantina y blanco espino,
Violetas marcesibles recubiertas de hojas
Y el primer nuevo brote de mediados de mayo,
La rosa del almizcle rociada de vino,
Morada rumorosa de moscas en verano.
6
A oscuras escucho. Y en más de una
ocasión
He amado el alivio que depara la muerte
Invocándola con ternura en versos meditados
Para que disipara en el aire mi aliento.
Ahora más que nunca morir parece dulce,
Dejar de existir sin pena a medianoche
¡Mientras se te derrama afuera el alma
En semejante éxtasis! Seguiría tu canto
Y te habría escuchado yo en vano:
A tu réquiem conviene un pedazo de tierra.
7
¡No conoces la muerte, Pájaro inmortal!
No te hollará caído generación hambrienta.
La voz que ahora escucho mientras pasa la noche
Fue oída en otros tiempos por reyes y bufones;
Tal vez fuera este mismo canto el que una senda
Encontró en el triste corazón de Ruth, cuando
Enferma de añoranza, se sumía en el llanto
Rodeada de trigos extranjeros,
La misma que otras veces ha encantado mágicas
Ventanas que se abren a peligrosos mares
En prodigiosas tierras ya olvidadas.
8
¡Olvidadas! El mismo tañer de esta
palabra
Me devuelve, ya lejos de ti, a mi soledad.
¡Adiós! La Fantasía no consigue engañarnos
Tanto, duende falaz, como dice la fama.
¡Adiós! Tu lastimero himno se desvanece
Al pasar por los prados vecinos, el tranquilo
Arroyo y la colina; ahora es enterrado
En los calveros del cercano valle.
¿He soñado despierto o ha sido una visión?
Ha volado la música. ¿Estoy despierto o duermo?
“Ode to a Nightingale”
1
My heart aches, and a drowsy
numbness pains
My sense, as though of hemlock I had drunk,
Or emptied some dull opiate to the drains
One minute past, and Lethe-wards had sunk:
‘Tis not through envy of thy happy lot,
But being too happy in thine happiness,
That thou, light-wingèd Dryad of the trees,
In some melodious plot
Of beechen green, and shadows numberless,
Singest of summer in full-throated ease.
2
O for a draught of vintage!
that hath been
Cool’d a long age in the deep-delvèd earth,
Tasting of Flora and the country-green,
Dance, and Provençal song, and sunburnt mirth!
O for a beaker full of the warm South!
Full of the true, the blushful Hippocrene,
With beaded bubbles winking at the brim,
And purple-stainèd mouth;
That I might drink, and leave the world unseen,
And with thee fade away into the forest dim.
3
Fade far away, dissolve, and
quite forget
What thou among the leaves hast never known,
The weariness, the fever, and the fret
Here, where men sit and hear each other groan;
Where palsy shakes a few, sad, last grey hairs,
Where youth grows pale, and spectre-thin, and dies;
Where but to think is to be full of sorrow
And leaden-eyed despairs;
Where beauty cannot keep her lustrous eyes,
Or new Love pine at them beyond to-morrow.
4
Away! away! for I will fly to
thee,
Not charioted by Bacchus and his pards,
But on the viewless wings of Poesy,
Though the dull brain perplexes and retards:
Already with thee! tender is the night, 35
And haply the Queen-Moon is on her throne,
Cluster’d around by all her starry Fays
But here there is no light,
Save what from heaven is with the breezes blown
Through verdurous glooms and winding mossy ways.
5
I cannot see what flowers are
at my feet,
Nor what soft incense hangs upon the boughs,
But, in embalmèd darkness, guess each sweet
Wherewith the seasonable month endows
The grass, the thicket, and the fruit-tree wild;
White hawthorn, and the pastoral eglantine;
Fast-fading violets cover’d up in leaves;
And mid-May’s eldest child,
The coming musk-rose, full of dewy wine,
The murmurous haunt of flies on summer eves.
6
Darkling I listen; and, for
many a time
I have been half in love with easeful Death,
Call’d him soft names in many a musèd rhyme,
To take into the air my quiet breath;
Now more than ever seems it rich to die,
To cease upon the midnight with no pain,
While thou art pouring forth thy soul abroad
In such an ecstasy!
Still wouldst thou sing, and I have ears in vain—
To thy high requiem become a sod.
7
Thou wast not born for death,
immortal Bird!
No hungry generations tread thee down;
The voice I hear this passing night was heard
In ancient days by emperor and clown:
Perhaps the self-same song that found a path
Through the sad heart of Ruth, when, sick for home,
She stood in tears amid the alien corn;
The same that ofttimes hath
Charm’d magic casements, opening on the foam
Of perilous seas, in faery lands forlorn.
8
Forlorn! the very word is
like a bell
To toll me back from thee to my sole self!
Adieu! the fancy cannot cheat so well
As she is famed to do, deceiving elf.
Adieu! adieu! thy plaintive anthem fades
Past the near meadows, over the still stream,
Up the hill-side; and now ‘tis buried deep
In the next valley-glades:
Was it a vision, or a waking dream?
Fled is that music:—do I wake or sleep?